Chat o el efecto retrovisor
El efecto retrovisor puede plantear dilemas complicados. Ahora mismo en Vidiv tenemos uno: ¿incorporamos o no un chat para todos los asistentes?
En esta decisión pelean argumentos de diferente naturaleza: lo que demandan los clientes, lo que necesita el producto a corto plazo, lo que tenemos pensado a largo plazo y los ritmos y prioridades de desarrollo. El asunto tiene, además, miga desde un punto de vista de diseño.
El efecto retrovisor es un fenómeno que describió Marshall McLuhan en los años 70 refiriéndose a cómo solemos usar tecnologías y artefactos nuevos para resolver problemas viejos. En otras palabras, una nueva tecnología (o funcionalidad) nos abre horizontes diferentes, nos permite lograr cosas nuevas; usarla para resolver problemas ya manidos es como ir en coche mirando sólo por el retrovisor, pendientes de lo que dejamos detrás.
Lo habrás visto en multitud de ocasiones, tanto en lo formal como en lo funcional: los primeros coches, diseñados como carruajes pero sin caballos, los primeros móviles que servían para exactamente lo mismo que los viejos, el fax, los supermercados de realidad virtual…
Vidiv está pensado para celebrar eventos en un espacio digital y potenciar aquello que enriquece el encuentro de personas. La tentación de caer en el efecto retrovisor es grande, pero se salva con un razonamiento: ¿cuáles son las esencias de un evento y cuáles son sus tecnologías? Es decir, cuáles los fines y cuáles los medios.
En nuestras conversaciones, a menudo hablamos del chat como un claro caso de efecto retrovisor: la gente lo pide porque está acostumbrada a ello, porque se usaba antes y “siempre” ha estado ahí. Pero ese no es suficiente motivo. Hay que entender si el chat es un fin o un medio y si es así, cuál es el fin que persigue y de qué manera podríamos resolver esa necesidad mejor.
Cuando asistes a un evento, sea un congreso profesional, una presentación de producto o un concierto, estableces tres relaciones diferentes:
con el protagonista
con el espacio y los asistentes
con tu entorno de complicidad
El protagonista es una persona, una banda, una proyección… Es aquello que da carta de naturaleza al evento, el asunto principal. El espacio y los asistentes son lo que hace que un evento sea un evento y no una mera retransmisión unidireccional: no estás solo, estás rodeado de otras personas con quienes compartes motivación y sensaciones; les percibes cuando aplauden, cuando abuchean o se emocionan. El espacio y los asistentes son la diferencia entre escuchar un disco y asistir a un concierto. En Vidiv, esa es la arena y la formulamos de una forma bastante innovadora.
Y nos queda el asunto final: la complicidad con tu gente cercana, con quienes van contigo al concierto, con quienes compartes cotilleos y comentarios privados en un congreso, con quienes comentas la jugada… Para eso nos piden un chat, pero…
¿Es un chat abierto a todo el mundo la solución a esa necesidad de complicidad?
En nuestro itinerario está implamentar chats grupales que permitan crear una pista secundaria de comunicación: estás en el evento pero también lo comentas en privado con la gente de tu equipo o con tus colegas. En ese escenario, un evento podría tener infinidad de grupos activos en todo momento y cada asistente podría estar en más de uno a la vez. Este es el diseño que formulamos para eso:
Pero un chat colectivo, público y general no resuelve eso, porque no es un espacio de complicidad. ¿Para qué se usaría? Obviamente el uso nos lo diría pero quizás sea posible simularlo y anticiparlo en nuestra cabeza. Yo apuesto a que se convertiría en:
Un canal de preguntas al ponente (que no podría atender, por estar centrado en su charla y en quienes piden la palabra).
Un canal de soporte donde la gente plantearía preguntas tipo “¿cómo hago para hacer una pregunta?”, “puedo conectar otra cámara diferente?” o “No oigo lo que se dice, que alguien me ayude”.
Un batiburrillo de todo lo anterior y mucho más, donde se mezclase autopromoción con enlaces, opiniones y mucho más.
En definitiva, existe el riesgo de que creemos un canal de cacofonía por satisfacer la petición de quien está pensando en otra cosa.
